Los chicos estaban jugando en el jardín de Karin. El cielo estaba cubierto de nubes grises que parecían ser tristes. A los niños no les importaba el tiempo, jugaban como siempre.
-Seis, cinco, cuatro, tres, dos.-contaba Eric- ¡Uno! ¡El que no se escondió se embroma!
Empezó a buscar a los otros, el jardín estaba lleno de árboles y arbustos pero no había otro lugar para esconderse. Primero encontró a Karin en un nogal. Después buscaron juntos a Néstor. En la copa de un arbusto vieron los cuadritos de su gorro, decidieron hacer un poquito de broma.
-Yo no veo en ningún lugar a Nestor, ¿y tú?
-No yo tampoco puedo encontrarle, sabe esonderse muy bien- dijo Karin con una sonrisa. Tras esto oyeron que el arbusto susurraba una risa. No tenían más ganas de quedarse fuera, tenían un poco frío, por eso decidieron volver a casa. Unos minutos después Nestor ya no tenía tanto aplomo, y tuvo que reconocer que los otros ya no le buscaban. Se asomó por detrás del arbusto, pero no vió a nadie. Cuando entró en la casa vió a los otros hablando con el padre de Karin. Como estaba un poco ofendido solo se les acercó para escuchar lo que decían.
-Oye papá, llevanos al lago. Este año todavía no hemos hecho ninguna excursión.
-¿No sé, que dirían los padres de Néstor y Eric?
-Todo está bien, les dejan venir. Solo te necesitamos a ti.-insistió Karin.
-Bueno, vale. Si hace buen tiempo el fin de semana podremos ir.
-¿Yo también puedo ir?- preguntó Néstor saliendo detrás del sofá.
-Claro tontín, sin ti no iríamos.- dijo, abrazando a tu amigo.
- Vale, pero no me llames tontín.-dijo Néstor un tanto molesto.
Los chiquillos esperaban el fin de semana, y el buen tiempo. El miércoles llovió durante todo el día pero no mucho, por suerte. El jueves no dejó de llover, y el viernes llovía a cántaros. El sábado los amigos decidieron hacer una reunión en la casa de Karin. Todos estaban de acuerdo: de alguna manera tenían que parar la lluvia.
-¿Sabe alguien de dónde cae la lluvia?-preguntó Nestor.
-Del cielo, ¡eso sabe todo el mundo!-respondió Eric.
-Pero que pasaría si hubiera un grifo arriba y lo tuviéramos que cerrar.
-Hmm, puede ser, pero lo tenemos que comprobar- comentó Karin- ¡Es una expedición! ¡Vamos a investigar el cielo!
El mismo día empezaron a construir una máquina que les iba a llevar a observar las nubes. Como los niños querían hacerlo bien, se pusieron batas blancas y así parecían auténticos científicos. No era grande su avión, solo una caja de color rojo, las alas eran grandes hojas, tenía pedales, una vela grande y un volante para conducirlo.
Después de unas discusiones decidieron como se sentarían en la caja. Karin conduciría, Nestor tendría que pedalear y Eric menejaría la vela. El domingo por la mañana despegaron del jardín y al cabo de unos segundos estaban volando por el aire. El panorama era imprescionante, pasaron una hora buscando sus casas, o conocidos en las calles. Saludaron a la mamá de Eric que les miró con boca abierta de la sorpresa. No podían quedarse sobre la ciudad, tenían que subir mucho más para alcanzar las nubes. Dos horas más tarde Néstor y Eric ya no estaban muy seguros del éxito de la expedición.
-No creo que alcancemos un grifo o algo.-murmuró Eric a Nestor.
-Yo tampoco, fue una locura decir esa idea- se quejó Néstor- tendríamos que retornar. Tengo hambre.
-¿Qué pasa atrás chicos?-preguntó Karin, porque oyó a los otros hablar.
-Nada.-respondieron juntos y empezaron a discutir sobre quien le diría a Karin que debían volver.
-¡Mirad!-gritó la niña, y mostró unas cosas grandes y grises que parecían ser las nubes.
Los chicos dejaron de murmurar y se fijaron en Karin. Grandes bloques de hielo cubrían el cielo hasta donde su mirada podía alcanzar. Tenían forma de nubes, eran muy grises y se estaban deshelando. Ya sabían los chicos de donde caía la lluvia, pero no entendían por qué se estaban dehelando. Decidieron subir un poco más encima de esos bloques de hielo para observar lo que allí había.
Cuando alcanzaron la cima pudieron pisar el hielo con facilidad. La primera en saltar fue Karin pero por la fuerza del impulso se resvaló. Los dos chicos tampoco pudieron quedarse quietos, pero en su caso, por la risa de ver a Karin en el suelo. La niña se levantó y ordenó a los chicos que dejaran de hacer el tonto. Los otros se callaron porque sabían que Karin podía llegar a ser muy estricta.
Tenían calor porque estaban bajo el sol, así ya vieron la causa del deshielo. Karin tuvo una idea.
-Podríamos tapar el sol con algo para que no caliente las nubes.- dijo, compartiendo su apreciación.
-Pero aquí no tenemos nada para cubrirlo, y no hay tiempo para volver.-comentó Eric.
-Sí, ya queda solo nos queda esta tarde del fin de semana.- añadió Néstor.
Karin no respondió nada, fue al avión y sacó la vela. Néstor y Eric entendieron que quería hacer la chica, y fueron a ayudarla. Poco tiempo después el sol estaba cubierto, y por ello no había mucha luz y casi no veían nada. Empezaron a buscar el avión para volver a casa, pero de pronto se dieron cuenta de que, al fondo, algo blanco y luminoso se acercaba. No tenían ni idea de que podría ser esto, pero sabían que les daba mucho miedo. Como no había otro lugar, los chicos intentaron esconderse debajo de Karin. Ella no quería admitir que también le gustaría quedarse atrás, pero así sabía que después podría decir a los chicos, lo cobardes que habían sido.
-¡Hola niños!-saludó la cosa luminosa, con una voz muy acogedora- ¿Qué hacéis aquí? ¿Y por qué habéis cubierto el sol?
-Que…que…queríamos ir de excursión-empezó Karin con timidez- pero como estaba lloviendo no pudimos. Vimos que las nubes se están deshelando y decidimos tapar el sol.
-Pero no sabíais una cosa- explicó el viejo de barba muy blanca y larga- las nubes se deshielan para que la primavera pueda venir. Y si no os enfadáis ahora voy a quitar vuestra vela y ponerla en su lugar. ¡Podéis ir a casa, no os preocupéis, la primavera llegará más pronto de lo que os imagináis!- quitó la vela y otra vez hizo calor.
Los amigos embarcaron en su avión, mientras estaban descendiendo, la lluvia iba dejando de caer y aparecieron los primeros rayos del sol. La misma tarde el padre de Karin cumplió su promesa y llevó los niños al lago. Ellos jugaban durante toda la tarde y disfrutaron del viento caluroso.
-¿Sabéis por qué sopla el viento?-preguntó Karin.
- ¡No, pero ni queremos saberlo!-respondieron Eric y Néstor a la vez.
-Pues…A mi me interesa.- dijo Karin sonriendo.
Flora Biro, 12B
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